El próximo mes de julio de 2012, el Estado de California se convertirá en pionero en criminalizar la comercialización del foie gras tan aclamado por algunos paladares, debido a varias denuncias por maltrato animal.
En la elaboración de este producto reside la base del problema que ha motivado la Ley. Efectivamente, el proceso no consiste en pasar por un "simple" matadero donde los animales entran con un solo fin, sino que el procedimiento para obtener es bastante más agresivo para el animal: el foie, es el hígado hipertrofiado de una oca, un pato o ganso que ha sido, literalmente, cebado.
Estas anátidas, para convertirse en paté pasan por cuatro fases: cría, preembuchado, embuchado y sacrificio. Es en el segundo punto, el preembuchado, donde comienzan sus problemas. Cuando el animal ha alcanzado las siete u ocho semanas de vida, se les modifica su régimen de alimentación, con el fin de estimular un buen funcionamiento del hígado y preparar los hepatocitos para la sobrecarga lípida que garantizará un buen desarrollo del órgano.
En la posterior fase, la de embuchado, a los animales se les restringe totalmente la libertad siendo enjaulados en espacios de un metro cuadrado o en miniparques, donde son alimentados con un progresivo aumento de raciones conforme pasan los días.
Para cebarlos, usan maíz un poco cocido con agua y grasa, para así facilitar el tránsito o una papilla compuesta de cereales a través de un embudo que se introduce desde su garganta al buche. En tan solo tres días, el hígado del ave pasará de pesar 100 gr a 240 gr. Así hasta llegar al objetivo propuesto: que el hígado del animal alcance un peso de 2 kilos (siendo el peso inicial del hígado del ave no superior a 120 gr.)
Si bien hace unos años este método se hacía manualmente, ahora las nuevas tecnologías son las que hacen el proceso: una máquina con un tubo es la que ceba al animal, mientras un gancho le estira del cuello y le inmoviliza. Introduce el tubo penetrando unos 40 centímetros a través de su cuello, hasta llegar a depositar en su esófago el alimento preparado con grasas. Este proceso es repetido unas 2 ó 3 veces al día. Si el animal intenta regurgitarlo, se le impide mediante la sujeción en el cuello del gancho antes citado. Tras haber sido cebados, el animal debe sacrificarse en la granja, ya que el ave no podría aguantar con vida el camino de traslado al matadero.
De esta forma, los elaboradores de paté de ave aprovechan la virtud natural de las anátidas para acumular reservas.
En EEUU, principalmente en el Estado afectado con esta nueva ley, el debate está servido. Muchos chefs aseguran que no cumplirán con la normativa, muy a pesar de que esto pudiera acarrearles más de 1.000 $ de multa por día. Según recoge el New York Times, muchos cocineros han comparado esta Ley con la Ley Seca de 1919, e incluso los más fanáticos recrearon en sus restaurantes una despedida al 'hígado graso' con el acompañamiento de sus comensales habituales.
Por su parte, las ONG's dedicadas a la protección animal se muestran satisfechas con la medida: "esos patos no han hecho nada para que les obliguen a comer de esa forma" recrimina Paul Shapiro, representante de Humane Society of the United States para el NYT.
En la elaboración de este producto reside la base del problema que ha motivado la Ley. Efectivamente, el proceso no consiste en pasar por un "simple" matadero donde los animales entran con un solo fin, sino que el procedimiento para obtener es bastante más agresivo para el animal: el foie, es el hígado hipertrofiado de una oca, un pato o ganso que ha sido, literalmente, cebado.
Estas anátidas, para convertirse en paté pasan por cuatro fases: cría, preembuchado, embuchado y sacrificio. Es en el segundo punto, el preembuchado, donde comienzan sus problemas. Cuando el animal ha alcanzado las siete u ocho semanas de vida, se les modifica su régimen de alimentación, con el fin de estimular un buen funcionamiento del hígado y preparar los hepatocitos para la sobrecarga lípida que garantizará un buen desarrollo del órgano.
En la posterior fase, la de embuchado, a los animales se les restringe totalmente la libertad siendo enjaulados en espacios de un metro cuadrado o en miniparques, donde son alimentados con un progresivo aumento de raciones conforme pasan los días.
Para cebarlos, usan maíz un poco cocido con agua y grasa, para así facilitar el tránsito o una papilla compuesta de cereales a través de un embudo que se introduce desde su garganta al buche. En tan solo tres días, el hígado del ave pasará de pesar 100 gr a 240 gr. Así hasta llegar al objetivo propuesto: que el hígado del animal alcance un peso de 2 kilos (siendo el peso inicial del hígado del ave no superior a 120 gr.)
Si bien hace unos años este método se hacía manualmente, ahora las nuevas tecnologías son las que hacen el proceso: una máquina con un tubo es la que ceba al animal, mientras un gancho le estira del cuello y le inmoviliza. Introduce el tubo penetrando unos 40 centímetros a través de su cuello, hasta llegar a depositar en su esófago el alimento preparado con grasas. Este proceso es repetido unas 2 ó 3 veces al día. Si el animal intenta regurgitarlo, se le impide mediante la sujeción en el cuello del gancho antes citado. Tras haber sido cebados, el animal debe sacrificarse en la granja, ya que el ave no podría aguantar con vida el camino de traslado al matadero.
De esta forma, los elaboradores de paté de ave aprovechan la virtud natural de las anátidas para acumular reservas.
En EEUU, principalmente en el Estado afectado con esta nueva ley, el debate está servido. Muchos chefs aseguran que no cumplirán con la normativa, muy a pesar de que esto pudiera acarrearles más de 1.000 $ de multa por día. Según recoge el New York Times, muchos cocineros han comparado esta Ley con la Ley Seca de 1919, e incluso los más fanáticos recrearon en sus restaurantes una despedida al 'hígado graso' con el acompañamiento de sus comensales habituales.
Por su parte, las ONG's dedicadas a la protección animal se muestran satisfechas con la medida: "esos patos no han hecho nada para que les obliguen a comer de esa forma" recrimina Paul Shapiro, representante de Humane Society of the United States para el NYT.
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