Una muerte que no se quiso evitar
Si se hubiese tratado de una persona habrían parado
inmediatamente la circulación. Si hubiera sido en Barcelona, como ya
ocurrió, la orden sería detener los trenes para salvarla. Pero no,
“sólo” era una perra corriendo asustada por el Metro de Madrid; “nada
más” que una galguita -como esas que ahorcan tantos cazadores- que
después de permanecer cuatro días deambulando por las vías ha muerto
atropellada por un convoy.
La Compañía,
durante ese tiempo, ha efectuado paradas en tres andenes: el del
silencio, el de la mentira y el del desprecio. Silencio que únicamente
rompieron cuando advirtieron que el asunto emergía del subsuelo para
convertirse en viral por las redes sociales. Mentiras porque falsearon
sus declaraciones, así fue al asegurar que desde el principio avisaron a
una protectora y que la perra había salido al exterior al intentar
rescatarla. Y desprecio porque entretanto, sabiendo que continuaba allí
dentro, se limitaron a esperar a que un vagón hiciese el trabajo de
atraparla arrancándole la vida y les ahorrase a ellos el esfuerzo. Y tal
cual ocurrió: le arrancó la vida y le arrancó la pata. Su cadáver
apareció con una colgando.
Los muros del Metro en facebook y twitter han sido el rostro farsante de una empresa con ética:
“estamos haciendo todo lo que podemos”, “el perro huyó, gracias por
preocuparos”, “el perro no estaba herido, no os preocupéis”, “en todo
momento intentamos rescatarla, “lamentamos que muriera”… Dentro la
cara real, la mezquina: los vigilantes echando a los voluntarios entre
insultos y al grito de “montáis un follón por un puto perro”, y los
responsables sin hacer nada, absolutamente nada, por tratar de sacar de
allí a la galga viva.
En Madrid, la capital de España, hay voluntad, tiempo, dinero y
protocolo para cortar las calles al tráfico y que circulen por ellas
elefantes, caballos, camellos, burros y ocas durante una cabalgata que
dura horas, pero no para detener el tráfico del suburbano unos minutos,
que entre un veterinario con una escopeta de dardos sedantes y rescatar a
una pobre perra antes de que la reviente un tren. Durante más de tres
días y con el estómago encogido muchas personas hicimos cuanto pudimos
porque ese animal saliese de allí caminando. Lo ha hecho sin vida en los
brazos de un voluntario. Ahora, Metro de Madrid, que sepas que nos
sobran tiempo y ganas para que con ella muerta paguéis por ley lo que
con ella viva no hicisteis por ética.
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