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miércoles, 25 de noviembre de 2009

2.000 años esperando a nacer

Mírenla en la foto. Una pequeña planta de palmera datilera (Phoenix dactylifera) creciendo en una sencilla maceta de plástico.

Mírenla bien de nuevo. Está algo amarillenta, como cansada. Vieja a pesar de su juventud, falta de fuerza.

Es lógico. Ha tardado 2.000 años en nacer. Acaba de ver la luz y ya es la planta viva genéticamente más vieja del mundo.

Tiene además raíces bíblicas, podríamos decir que es de sangre azul, pues procede ni más ni menos que del palacio que el rey Herodes I el Grande (el de la matanza de los inocentes) tenía en la fortaleza de Masada, en el desierto de Judea (Israel).

Las semillas, humildes dátiles, estaban almacenadas para dar de comer a reyes o esclavos, pero acabaron olvidadas bajo el peso de los siglos hasta que en 1964 unas excavaciones arqueológicas las sacaron a la luz. Secas, magras, como momificadas, pero milagrosamente enteras. Las últimas de unos míticos palmerales que cubrían la región del Mar Muerto, todos ellos ahora extinguidos.

Recientemente, investigadores israelíes han logrado algo imposible, hacerlas germinar, darles la oportunidad de convertirse en grandes árboles que puedan mecerse con el viento y perpetuarse por fin tras dos milenios de espera. Lógicamente bautizada Matusalén, los expertos acaban de presentarla en sociedad por todo lo alto, en la revista especializada Science.

El equipo sembró el 19 de enero de 2005, en el año nuevo judío dedicado a los árboles, tres semillas de dátil, de las que una germinó, para alegría de los científicos.

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