Por lo menos lo hicieron a puñetazos y no con escopetas, pues esos salvajes iban armados y con ganas de llevarse por delante a quienes trataran de boicotearles el campeonato de España de caza de zorro celebrado en Pontecaldelas (Pontevedra) el pasado sábado.
Varios de los 150 activistas convocados por la Fundación Equanimal, junto a algunos periodistas, recibieron de lo lindo de una serie de energúmenos, supuestos deportistas en el noble arte de fusilar el mayor número posible de raposos. Yo les entiendo. Les provocaron. Y encima les espantaron la caza. Tan sólo pudieron colgar bocabajo 37 zorros, una cifra inferior a los 94 animales muertos el año pasado en igual convocatoria.
El Sindicato de Xornalistas Galegos (Sindicato de Periodistas Gallegos) ha emitido un comunicado en el que exige que se lleven adelante acciones legales contra los agresores. A su vez, los activistas defensores de los animales han interpuesto una denuncia contra los cazadores que los agredieron.
No se trata de criminalizar a los cazadores. Es verdad, sólo fueron unos pocos los que se apuntaron a esta impresentable convocatoria de extinción de alimañas en aras del disfrute de un supuesto (y sangriento) deporte. Y fueron sólo unos pocos de ellos los que decidieron utilizar la violencia como único argumento para justificar su pasión por la matanza. Pero recordarnos la existencia de esos garrulos que andan por esos montes con una escopeta bajo el brazo pone los pelos de punta.
Por cierto, que desde Equanimal me hacen una aclaración. Ellos no son una organización ecologista, sino defensora de los animales. La razón del sabotaje no ha sido defender el ecosistema o a una especie, sino salvar la vida de los animales. Que no es poco.
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